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Las nuevas minas en Andalucía: una reactivación “atroz” con impactos directos sobre la vida

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Sociedad

Las nuevas minas en Andalucía: una reactivación “atroz” con impactos directos sobre la vida

Un informe coordinado por la Fundación Nueva Cultura del Agua expone los efectos de la acumulación de contaminantes mineros en Andalucía Occidental. Sus autores piden una moratoria de nuevos proyectos hasta que se estudien en profundidad estos impactos, como la falta de agua potable a medio plazo o la afectación del Estuario del Guadalquivir.

Activistas de Ecologistas en Acción, en una protesta contra la mina Cobre Las Cruces.
Olivia Carballar
13 marzo 2025 Una lectura de 5 minutos
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“Mira, Platero, cómo han puesto el río entre las minas, el mal corazón y el padrastreo. Apenas si su agua roja recoge aquí y allá, esta tarde, entre el fango violeta y amarillo, el sol poniente; y por su cauce casi sólo pueden ir barcas de juguete. ¡Qué pobreza! […] El cobre de Riotinto lo ha envenenado todo”, escribe Juan Ramón Jiménez a principios del siglo XX. Más de cien años después, en 2025, la minería sigue activa. Y, como recuerda el profesor Félix Talego en un estudio sobre su impacto, en el que cita al Nobel de Moguer, una parte de la contaminación metálica que sigue llegando a la ría tiene el mismo origen que tuvo entonces, «pues tan largos son los efectos de esta minería en relación con la cortedad de su aprovechamiento crematístico”.

Hay dos cuestiones fundamentales que vertebran este informe: el enfoque hacia la ciudadanía y el rigor científico. Desde ambos prismas, un equipo de especialistas, coordinados por la Fundación Nueva Cultura del Agua, ha dado a conocer la situación actual de los impactos que la minería continúa produciendo hoy en Andalucía Occidental. El catedrático de Ecología de la Universidad de Sevilla Jesús Castillo lo ha resumido así durante una rueda de prensa en la Facultad de Geografía e Historia: “Un absoluto descontrol”. 

Con esta rotundidad, el estudio intenta hacer ver a la ciudadanía y también a las istraciones –encajada en el discurso de que la minería fue mala, pero ya no– la necesidad de otorgar una moratoria a los nuevos proyectos mineros previstos en la zona para poner sobre la mesa los impactos que ya están generando: en las aguas, la agricultura, la pesca, el medio ambiente e incluso la salud humana. 

“Lo más preocupante es que las istraciones públicas no solo no están haciendo frente a esta oleada de nuevos proyectos mineros sino que se han erigido, especialmente la Junta de Andalucía, en promotora activa de los mismos”, avisa la directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua, Julia Martínez, en la introducción del documento. Desde el principio, como señaló también el vicepresidente de la fundación, Joan Corominas, al inicio de la rueda de prensa, el informe deja claro que la minería nunca fue ni podrá ser sostenible.

Rueda de prensa de la presentación del informe.
Rueda de prensa de la presentación del informe. US

Un mapa proyectado en la sala –elaborado por el profesor Joaquín Márquez– muestra las zonas con mayor o menor grado de afectación por contaminación. Con él de fondo, Félix Talego, que escribe junto al profesor de la Universidad de Huelva Juan Diego Pérez sobre la historia de la devastación minera entre el Guadalquivir y el Guadiana, sostiene: “El actual proceso de reactivación minera tan atroz, independientemente de los desastres que pueda originar, puede comprometer a medio plazo la disponibilidad de agua potable”.

Fuera de la antigua Fábrica de Tabacos, esta sede histórica de la Universidad de Sevilla donde se celebra la rueda de prensa, el agua cae a chuzos. Y ese es uno de los problemas, la falta de agua, que hoy, con dos semanas de lluvia incesante en Sevilla y los embalses de nuevo hasta arriba, se aleja peligrosamente de la preocupación ciudadana. Por eso los autores del informe insisten dentro, machaconamente, en la importancia de que la ciudadanía sea consciente de la gravedad de la situación.

El Estuario del Guadalquivir se puede convertir en «una cloaca»

El profesor Talego pone dos casos como ejemplos: los nuevos vertidos previstos al Estuario del Guadalquivir con los proyectos de Aznalcóllar y Mina Cobre Las Cruces. “Van a suponer multiplicar por diez el vertido que ya ha estado efectuando Las Cruces desde 2008. Es un estuario que ya está contaminado por metales pesados y demuestra que los cálculos de las empresas, avalados por la Junta, son erróneos”. La afectación del Guadiamar, con Doñana a las puertas, es otra advertencia repetida hasta la saciedad por los grupos ecologistas. En resumen –dice el profesor de la Universidad de Sevilla–, los nuevos proyectos pueden terminar convirtiendo el Estuario del Guadalquivir en “una cloaca”, lo que afectaría a su vez a todas las actividades que se mueven a su alrededor, como la pesca en el Golfo de Cádiz.

Y aquí surge un dilema, al albur de los puestos de trabajo que generan las empresas extractivistas: ¿qué empleo vale más, el de una mina o el empleo que se genera alrededor del estuario? La pesquería, la marisquería, los arrozales… Es la pregunta que se hace, durante el coloquio posterior a la presentación del informe, la profesora de la Pablo de Olavide María Jesús Beltrán, que ha estudiado minuciosamente el caso de Cobre las Cruces y su afectación a las aguas subterráneas, una explotación con un historial de multas, exdirectivos condenados por contaminación y que sigue en pie a pesar de ello. 

Porque el problema de fondo, apunta el profesor Jesús Castillo, es el modelo capitalista, que “está chocando con los límites biofísicos del planeta”. Es el modelo el que adapta las leyes a sus propias reglas, señala otro de los coautores del informe, Cristian Muñoz: “La minería, en general, en cualquier parte del mundo, cumple con la normativa, lo que ocurre es que ésta no está hecha con el objetivo de proteger a los ecosistemas sino pensando en el desarrollo de la extracción minera como negocio”. Además, avisa, con los recursos que tenemos actualmente, no se puede hacer frente a los problemas que genera. “La ley permite una degradación de los ríos y del territorio sin salirse de ella. Por ejemplo, no existe obligación legal de que los sedimentos estén medidos y evaluados”, incide también el profesor Talego. 

Hay, además, como destaca Castillo, pocos estudios sobre la contaminación por metales de aguas subterráneas, su impacto en la red trófica, en la atmósfera y, en concreto, en el Estuario del Guadalquivir. Aun así, de los 169 trabajos analizados para este informe, el catedrático de la Universidad de Sevilla extrae una conclusión en cadena: muchos cauces fluviales están afectados por el drenaje ácido de minas; que llega a los embalses, que llega a los estuarios, que llega a las zonas costeras y que llega también a zonas agrícolas, a la flora y a la fauna. “Peces que se consumen habitualmente en la zona, están acumulando una alta concentración de posibles elementos tóxicos, como el plomo, el selenio y el zinc”.

Son, todas ellas, algunas de las cuestiones abordadas a lo largo de las casi cien páginas que componen el informe, que no acaba ahí ni en la rueda de prensa. «Ahora empieza el trabajo”, concluye en el coloquio final el experto y catedrático de Geografía Humana Leandro del Moral, que persevera en la necesidad de transmitir todos estos datos para transformar las cosas, para reorientar los modelos de desarrollo. Para que cambie algo de aquel pasaje de Juan Ramón: «Y menos mal, Platero, que con el asco de los ricos comen los pobres la pesca miserable de hoy…».

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