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Salvador Illa, monotonía efectista para los tiempos que vienen

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Análisis

Salvador Illa, monotonía efectista para los tiempos que vienen

La legislatura comienza y Salvador Illa tendrá que cumplir con la promesa más difícil de todas: gobernar con un programa que no es el suyo.

El nuevo presidente de Catalunya, Salvador Illa. PARLAMENT DE CATALUNYA.
Guillem Pujol
07 septiembre 2024 Una lectura de 4 minutos
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Este artículo se ha publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.

Poca gente aguantó completa la primera entrevista del president de la Generalitat, Salvador Illa, en TV3. Una actitud gris, un tono monótono y una seriedad burocrática hacían imposible mantener una escucha activa durante mucho tiempo. Acostumbrados a la fiesta de estímulos visuales y emocionales de la década del procés, Illa se erige sintomáticamente como el reverso absoluto de un pasado reciente bastante convulso. Para aquellos que decían que la política (representativa) debe ilusionar y motivar las almas para fortalecer el vínculo entre la comunidad, Illa es la prueba viva —como lo fue Montilla en su día— de que nada de eso es estrictamente necesario.

Illa renuncia al potencial motivador de la política bajo la lógica de que solo el aburrimiento nos sacará del reciente trauma histórico: si la exaltación de la política nos lleva a delirios itacanos, mejor abrazar el pesimismo realista de la gestión pública, de los números fríos y las expectativas limitadas. El estilo Illa representa la necesidad de un país que no quiere oír hablar de política, pero que desea delegar su responsabilidad con la tranquilidad de que, tras cuatro años, las cosas no habrán empeorado mucho. Y, con suerte, habrán mejorado un poco.

Esta línea ya estaba de manera imperfecta y embrionaria en el caso de Pere Aragonès, que aún se atrevía a vestirse con una chaqueta de cuero los viernes por la noche. Illa, sin embargo, no hace concesiones. Él es político las veinticuatro horas del día. Él es el gestor que Cataluña necesita. Pero, ¿y la ideología? Desde Marcuse a Baudrillard, pasando por Michel Foucault o Guy Debord, sabemos que el poder tiene mil caras y que a menudo se disfraza para ocultar sus intenciones o para convencernos de que son lo contrario de lo que quieren representar.

Atrapalotodo Illa

El PSC es un partido político de masas, lo que en ciencia política se conoce como un catch-all party. Esto significa que tienen una estrategia electoral diversificada, que pescan con caña, con arrastre y, si es necesario, haciendo submarinismo. Izquierda, centro, derecha. En los últimos tiempos de oposición, el PSC se ha centrado en ampliar su base electoral enfocándose principalmente en dos grandes bloques: conservadores de base unionista — antiguos votantes del extinto Ciudadanos — y moderados exconvergentes no independentistas. Principalmente, pues, votantes de derechas.

Como símbolos de este sector, la ampliación del aeropuerto de El Prat y el Hard Rock están nuevamente sobre la mesa. El primero seguro que se acabará haciendo, ya que no hay “criterio técnico” que resista el canto de sirena de millones de euros de obra pública. Illa no acepta el debate sobre la transición energética y el modelo productivo, y la ampliación del aeropuerto caerá como una losa.

En cuanto al Hard Rock, el escenario es diferente. La enmienda impuesta en el pacto para la investidura con los Comuns puede dificultar que finalmente el macroproyecto del casino en el Campo de Tarragona se acabe formalizando, ya que, gracias a la formación morada, los inversores que quieran sacar adelante el proyecto en cuestión no disfrutarán de las bonificaciones fiscales inicialmente previstas por los socialistas.

Aun así, si estos dos proyectos eran el campo de batalla ideológico durante la legislatura anterior, ahora son, sin restarles la importancia que merecen, piezas secundarias de la política de los años que vienen. Illa habla de Tarradellas y de humanismo cristiano, pero el transcurso de su legislatura estará principalmente guiado por la frase que dijo durante la investidura y que repitió durante la (soporífera) entrevista en TV3: “Hago íntegros los acuerdos con ERC y Comuns como parte de mi programa político”. Por tanto, y si se le da validez a la palabra del presidente —y de momento no hay ninguna razón para no hacerlo—, el PSC habrá pasado de ser el garante del constitucionalismo moderado a aplicar, literalmente, el mayor despliegue del autogobierno en Cataluña que se haya visto jamás.

Pacto fiscal, financiación singular, concierto económico… A veces el nombre no acaba de definir la cosa, pero esto no debe desviar la atención de lo que realmente importa. Y esto es bastante grande. Después de unos días iniciales de incredulidad y pesimismo, las reiteradas declaraciones de Salvador Illa, pero también de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, siembran una nueva ilusión dentro del soberanismo catalán y de las posiciones federalistas españolas: ¿y si realmente lo logran?

Comienza el gobierno de Illa, y como todo gobierno, debe disponer de un cierto período de gracia para ver cómo se desarrollan sus políticas… pero sobre todo sus promesas. No sea que alguien acabe desilusionándose.

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Comentarios
  1. ArroyoClaro dice:
    10/09/2024 a las 16:12

    …A lo largo de su discurso, Salvador Illa expresó su deseo de que todos se sientan representados, su propósito de gobernar para todos, su voluntad de facilitar la convivencia. ¿Qué necesidad había, entonces, de referirse, al humanismo cristiano? Simplemente invocando el humanismo no habría dejado a nadie fuera, pues el humanismo tiene una vocación universal y sus raíces están en el Renacimiento, cuando se reclama el papel central del ser humano y se dejan de lado las concepciones teológicas medievales, cuando se reclama que la filosofía se centre en lo humano y no en lo divino, cuando se reclama el uso de la razón por encima de la fe. Esta perspectiva nos incluye a todos y todas, no hace distingos entre creyentes de unas u otras fes, o entre creyentes y no creyentes. Por eso el laicismo, el movimiento hacia la laicidad del Estado, exige que los cargos públicos, que representan a los ciudadanos a cualquier nivel (estatal, autonómico, local), dejen sus convicciones particulares en materia de creencias para sus actos privados….
    ¿A qué viene invocar el “humanismo cristiano” para la toma de posesión de un cargo?, por Pedro López López.

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